¿Qué es la ultraderecha?

mapa europeo y banderas nacionales de ultraderecha

Pedagogía necesaria. Cuando cada vez más se habla en la esfera política del auge de la extrema derecha y de la necesidad de contener el fascismo, por ejemplo mediante «cordones democráticos» como acaba de plantear el PSOE en su congreso, o del estilo de la «Convergencia Democrática· anunciada por Izquierda Unida Federal y el PCE, conviene precisar este tipo de conceptos y su plasmación concreta en la realidad de la lucha de clases que vivimos. Este artículo contribuye a este propósito, asumiendo un enfoque historicista.

Fernando Arancón. Elordenmundial.com

La ultraderecha es el espectro político de corrientes de derechas con posiciones hostiles hacia la democracia liberal. Es por tanto de un término con límites difusos. Sin embargo, el fenómeno y sus ideas han sido estudiados durante décadas para entender sus características, evolución, partidos y figuras políticas. El politólogo neerlandés Cas Mudde repasa este fenómeno en su libro La ultraderecha hoy.

¿Cuál es el origen de la ultraderecha?

La distinción entre derecha e izquierda se remonta a finales del siglo XVIII, en el contexto de la Revolución francesa. En la Asamblea Nacional de entonces, los afines al rey y al Antiguo Régimen se sentaban a la derecha de la presidencia y los opositores al régimen a la izquierda. Estas etiquetas fueron llenándose de ideas, características, diferenciándose más entre ellas. 

Ya en el siglo XIX de la Revolución Industrial, la derecha quedó definida por ideas o grupos más favorables al libre mercado y a los valores y jerarquías tradicionales (orden, religión, familia, nación, costumbres…). Por el contrario, la izquierda se volvió más partidaria de la intervención del Estado en la economía, con valores que buscaban un cambio social o romper con jerarquías o costumbres. Fue el caso del laicismo o de la lucha de clases del socialismo. Esas diferencias se plasmaron en ideas concretas, como la igualdad entre personas: en términos generales, para la derecha la desigualdad es natural y positiva, y el Estado no debería corregirla; para la izquierda la provoca el ser humano y el Estado debería reducirla.

¿Qué añade el prefijo ultra? Desde el siglo XX, la ultraderecha es aquella derecha hostil hacia la democracia liberal. Puede ser hacia su esencia, como las ideas de libertad, igualdad o el respeto de las minorías, pero también hacia algunos procesos, como el de las mayorías. Pero no toda la ultraderecha es igual, sino que es un término paraguas para la extrema derecha y la derecha radical. La extrema derecha rechaza los elementos de la democracia liberal y su objetivo último es reemplazarla por un sistema autoritario. Por su parte, la derecha radical acepta en líneas generales la esencia democrática y su juego, pero se opone a algunos elementos básicos, como el respeto a las minorías o el Estado de derecho.

Nativismo, autoritarismo y populismo

Tanto la extrema derecha como la derecha radical se han articulado en movimientos y partidos que incluso han llegado a gobernar. Los casos más conocidos de la extrema derecha han sido de la primera mitad del siglo XX: el fascismo, que gobernó Italia con Benito Mussolini, y el nazismo liderado por Adolf Hitler en Alemania. Después del fin de los dos regímenes, la extrema derecha quedó reducida a grupos neofascistas y neonazis con poca penetración en los sistemas democráticos.

Por el contrario, los partidos e ideas de la derecha radical sí han conseguido abrirse camino. Con matices en cada caso, ha logrado gobernar en Estados Unidos a través de Donald Trump, en Hungría con el partido Fidesz de Víktor Orbán o en Polonia con el PiS. También en la India de Narendra Modi, en Brasil con Jair Bolsonaro, en Argentina con Javier Milei o en Israel. Además, mantiene cuotas electorales a través de partidos como Vox en España, Alternativa para Alemania o la Agrupación Nacional en Francia.

Estos grupos han desarrollado sus argumentos en torno a tres ideas que estructuran su forma de ver el mundo: el nativismo, el autoritarismo y el populismo. El nativismo es una mezcla entre nacionalismo y xenofobia que plantea que en un Estado sólo deberían vivir aquellos miembros pertenecientes a la nación. Ésta se entiende desde un punto de vista racial, étnico o religioso, y quienes no reúnan sus requisitos suponen una amenaza para la nación que debe ser controlada o expulsada si no adoptan sus características.

No obstante, la derecha radical también acomoda este planteamiento. Por ejemplo, asume que otros grupos pueden ser compatibles. En países occidentales sería entre sus nacionales, pero no los de un país árabe, del África subsahariana o del sudeste asiático. Esta idea tiene una fuerte influencia de la teoría del choque de civilizaciones, propuesta por el politólogo Samuel Huntington. En ella, el mundo se divide en grupos de países que comparten rasgos culturales y que serían poco compatibles con los otros. La teoría tuvo cierto predicamento a finales de los años noventa y a principios del siglo XXI, pero ya está desacreditada.

La segunda idea de la derecha radical es el autoritarismo. No en el sentido dictatorial, sino de una sociedad rígida, con jerarquías y donde cualquier transgresión de las normas o el orden establecido es reprimida y castigada con dureza. También está asociado a una idea de la sociedad y las relaciones vertical, con un grupo que manda y otro que obedece. Además, existen liderazgos fuertes e incuestionables para los que la fuerza o la imposición priman sobre el acuerdo y el diálogo. Esta idea autoritaria tiene una fuerte influencia de la seguridad: como muchos elementos son percibidos como una amenaza para el Estado o la nación, suelen abordarse desde el orden público y no desde las causas sociales o económicas del problema.

La tercera idea es el populismo. Este concepto político ha sido el más estudiado y usado de los tres. Podemos entenderlo de dos formas compatibles entre sí. Una es la visión general de la sociedad como una lucha constante entre un pueblo virtuoso y una élite malvada o corrupta que va contra los intereses de ese pueblo. La otra es la postura, en este caso de los partidos de derecha radical, de que ellos mismos son los únicos representantes legítimos de esa voluntad popular o sentir general que no es escuchado.

¿Cómo ha evolucionado la ultraderecha?

Cas Mudde identifica cuatro olas de la ultraderecha hasta la actualidad. Cada una se ha adaptado al contexto del momento para convertirse en opciones más atractivas social y electoralmente:

La primera ola fue de 1945 a 1955. Es decir, la década posterior a la Segunda Guerra Mundial. En esta época la ultraderecha estuvo desacreditada por su conexión reciente con la Alemania nazi o la Italia fascista. Los pocos grupos eran abiertamente neofascistas y por tanto marginales. Sus partidarios estaban encarcelados, eran perseguidos o debieron reciclarse a través de opciones políticas más moderadas.

La segunda ola abarcó de 1955 a 1980. El contexto era la Guerra Fría y, en países occidentales, la lucha contra el comunismo. Esto último sirvió para que la ultraderecha comenzase a salir de la marginalidad. Algunos grupos más extremos fueron instrumentalizados en la operación Gladio, una red de la CIA y la OTAN para luchar contra la influencia comunista en Europa. En Estados Unidos, por ejemplo, el inicio de esta ola coincide con el macartismo, que promovió la persecución de ideas y personajes de izquierdas.

La tercera ola empezó en 1980 y llegó hasta el 2000. Es un periodo marcado por la globalización en todos sus aspectos. Por el lado económico fomentó las economías de escala, lo cual desindustrializó amplias áreas de países occidentales. Por el lado social los países empezaron a ser más heterogéneos en nacionalidades o religiones. Y en la vertiente política también hubo un auge de proyectos supranacionales, como la Unión Europea. Estos cambios facilitaron el auge de la derecha radical a través de discursos antiinmigración, contra la desindustrialización o defensores de la primacía del interés nacional.

Por último, la cuarta ola abarca desde 2000 hasta nuestros días. En este periodo, la percepción de la derecha radical como algo marginal o extremo ha terminado. Sus partidos están integrados y normalizados en los sistemas políticos. En Francia, por ejemplo, ha alcanzado la segunda vuelta en tres de las últimas cinco elecciones presidenciales —2002, 2017 y 2022—. También ha gobernado o gobierna en países tan dispares como Estados Unidos, Brasil, Hungría, Israel o India. Este auge en poco tiempo se da por una doble crisis: la de seguridad a raíz del auge del terrorismo yihadista desde 2001 y la económica a partir de 2008. Ante ese contexto, el discurso de la derecha radical estaba bien adaptado para aprovecharlos.

Discursos más bien comunes

Los discursos de la ultraderecha combinan el nativismo, el autoritarismo y el populismo girando de manera casi exclusiva en torno a unos pocos temas, también cuando sus representantes están en el Gobierno:

Uno de los más habituales es la inmigración. Suele ser un discurso racista y xenófobo que presenta a estos individuos como una amenaza para la sociedad nativa o el Estado, y que les culpa de la delincuencia, el desempleo o de problemas demográficos. Para esto, incluso recurre a teorías conspirativas como el “gran reemplazo” o el Plan Kalergi. En Europa y Estados Unidos se plasma a menudo en discursos islamófobos con un componente de arabofobia, a menudo por confundir los conceptos de árabe y musulmán.

Otro tema es la seguridad. Aquí, el populismo adquiere una cara paternalista: la sociedad y la nación deben ser defendidos de un otro que les amenaza. Puede ser una amenaza exterior, como otro país o un fenómeno internacional como el yihadismo, o interior, como distintas minorías étnicas o religiosas. Además, en el discurso se asume que la derecha radical es la única capaz de hacer frente a esa amenaza.

Un tercer tema habitual en los discursos de la ultraderecha es la corrupción. Muchos partidos de derecha radical han crecido posicionándose como antisistema o alternativa a los tradicionales. La denuncia habitual es que el establishment es corrupto y ellos vienen a limpiar esa suciedad. Durante su presidencia, Trump habló muchas veces de “drenar el pantano” y del “Estado profundo” que hacía de contrapeso a su gestión.

El último tema recurrente es la política internacional. Tiene muchas caras: en Europa occidental suele ir orientada a criticar la Unión Europea o el orden multilateral, también usando teorías de la conspiración como la de la Agenda 2030 de Naciones Unidas. En otras zonas del mundo esto toma forma mediante discursos que reclaman expandir sus fronteras o control territorial. Dos ejemplos son el del presidente ruso Vladímir Putin respecto a Ucrania o el del Gobierno de Israel sobre la colonización de Cisjordania.

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