¿Ocaso de las ideologías en el nuevo capitalismo vectorial?

Ilustración en IA sobre reyes y periodistas

Joan Martí. Teletype.in

Vivimos un cambio de paradigma que está poniendo en crisis la democracia burguesa surgida tras la Revolución Francesa. Emerge un nuevo orden político-social dominado por grandes corporaciones tecnológico-financieras, las cuales actúan como «señores feudales» en el mundo digital. Algunos autores hablan de un llamado “capitalismo vectorial” refiriéndose a la apropiación de las tecnológicas de la Inteligencia artificial (IA) y de la gestión algorítmica de la información que modula los hábitos culturales y de consumo de los ciudadanos.

Las ideologías clásicas y los partidos políticos tradicionales están perdiendo relevancia en un contexto donde las redes sociales y los algoritmos controlan la opinión pública y determinan los resultados electorales. Plataformas como Facebook, Twitter y YouTube han reemplazado a las instituciones tradicionales en la formación de consensos y la movilización de masas, lo que ha permitido el auge de líderes populistas truculentos y autoritarios. Este fenómeno ha desdibujado las narrativas tradicionales de izquierda y derecha, dejando muy tocadas a las viejas ideologías. El sujeto trabajador tradicional ha mutado a sujeto esencialmente consumidor de productos y, definitivamente, a vendedor de sus datos personales para el uso de las empresas vectoriales que gestionan la Big data.

El capitalismo clásico ahora es un «capitalismo algorítmico», donde el valor económico ya no deriva solo de la producción material, sino de la información y de los datos generados por los usuarios. Empresas como Google, Amazon y Microsoft, entre muchas otras, acumulan cantidades masivas de datos personales, que utilizan para crear perfiles detallados y publicidad segmentada de objeto de consumo y, -por lo que viene al caso-, mensajes políticos. Así consiguen manipular los comportamientos y el voto. En este modelo, los ciudadanos se convierten en «siervos digitales», pagando con su privacidad y atención a cambio de servicios aparentemente gratuitos.

Es una especie de feudalismo medieval. Las corporaciones tecnológicas actúan como señores feudales, controlando vastos territorios virtuales y explotando a los usuarios, quienes dependen de estas plataformas para acceder a información, servicios y oportunidades laborales y personales. Esta dinámica ha creado un sistema altamente jerárquico, donde unos pocos multimillonarios concentran el poder y la riqueza, mientras la mayoría de los ciudadanos lucha por sobrevivir en los márgenes del mercado digital.

Tal vez sea pronto para afirmarlo con rotundidad, pero parece que las clases sociales tradicionales están desapareciendo. En el siglo XX, las divisiones entre proletariado, burguesía y aristocracia eran claras. Hoy estas categorías se han vuelto borrosas debido a la influencia de la tecnología. El valor de las personas ya no se mide solo por lo que producen o consumen, sino por los datos que generan. Esto ha dejado a las ideologías tradicionales, como el socialismo y el liberalismo, sin respuestas concretas para los problemas contemporáneos.

Las redes sociales han capturado la esfera pública, reemplazando a las universidades, los medios impresos y las organizaciones civiles en la formación de la opinión pública. Una legión de influencers y youtubers, en su inmensa mayoría ágrafos de solemnidad, han suplantado a los intelectuales y académicos como figuras de autorictas moral, intelectual y académica del conocimiento, lo que ha llevado a un deterioro en la calidad del debate público y al auge de corrientes pseudocientíficas y populistas, con negacionistas, terraplanistas, sanadores, místicos y otros vividores…

Si no se toman medidas, el poder de las corporaciones tecnológicas seguirá consolidándose, amenazando la democracia y la autonomía individual. Se requieren regulaciones más estrictas sobre el uso de datos personales y repensar las estructuras sociales y económicas para que la tecnología realmente sea una herramienta positiva de empoderamiento social y de control de los excesos de estos nuevos señores feudales (Léase Musk, Bezos, Gates, Zuckerberg, Cook, Pichai, Nadella, etc. y los que vengan detrás). Ítem más, si hasta ahora estos CEOs o propietarios de las corporaciones se habían mantenido formalmente al margen del aparato político-funcionarial del estado, recientemente se ha podido comprobar su adscripción al mismo como “asesores” o similares cargos (por ejemplo, el caso Musk, por ser el más conocido) con la pretensión de autorregular la actividad de sus empresas, tomando ya el estado por asalto sin disimulo alguno.

En definitiva, si bien la revolución tecnológica trae consigo nuevas oportunidades, sólo es posible construir un futuro social más justo si se aborda este vertiginoso fenómeno del feudalismo vectorial con crítica y reflexión. El problema es quién le pone el cascabel al gato…

(Pdta. El capitalismo de estado y tecnológico chino requiere un análisis particular detallado a abordar en otro momento)

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