Davide Fiorello. Sinistrainrete.info
La oposición que no está
Hay una galaxia de asociaciones, grupos, partidos, canales de información y otros sujetos que elaboran ideas y posiciones opuestas a la narrativa oficial de la red unificada de la realidad actual. Ideas y posiciones también opuestas a la propaganda de la derecha soberanista que aviva las llamas de la intolerancia y alimenta la guerra entre los pobres.
Los elementos de esta galaxia están excluidos del debate político que se administra a diario a los ciudadanos; Un debate forzado a la camisa de fuerza de las polémicas de los programas de entrevistas, en el que los protagonistas chocan sobre temas irrelevantes y los temas fundamentales son distorsionados, excluidos o presentados como rarezas.
No hacemos una lista, porque la galaxia es tan grande que las omisiones injustificadas serían inevitables. Desgraciadamente, además de ser grande, esta galaxia está tan fragmentada como reacia a unir fuerzas, como si la identidad de cada uno de sus componentes fuera irreductiblemente antitética a la de los demás.
Al representar a una minoría y consistir en sujetos pequeños, cada uno con límites estructurales e insuperables de visibilidad y capacidad para tener un impacto significativo, esta actitud de orgullosa autonomía es políticamente criminal. Las especificidades que cada uno defienda serán todas muy nobles y fundadas, pero la distancia que separa a un sujeto de esta galaxia de los demás es objetivamente mucho menor que la que separa a la galaxia en su conjunto del resto del panorama político.
Sin pretender ser completos, podemos identificar al menos ocho puntos calificativos que unen a todos aquellos que elaboran ideas y posiciones de crítica radical al orden social y económico actual desde un punto de vista que podríamos definir como «de clase» y que los aleja tanto de las posiciones dominantes en el debate político actual como de la derecha soberanista.
- No hay un choque de civilizaciones entre Occidente y regímenes autoritarios y oscurantistas, sino el intento de un modelo de capitalismo financiero global con el poder imperial de Estados Unidos en el centro para sobrevivir a sus desequilibrios internos y al crecimiento de las economías emergentes.
- La Unión Europea no es un paso hacia el ideal de un continente políticamente unido, experimentado como propio país por todos sus ciudadanos, sino una estructura tecnocrática, antidemocrática, irreformable, que favorece el capital y los intereses de Alemania y sus satélites.
- Defender el Estado-nación como único marco institucional que hoy ofrece la oportunidad de desarrollar instrumentos de gobierno verdaderamente coherentes con el modelo social europeo no tiene nada que ver con el nacionalismo egoísta y agresivo de la derecha. La soberanía no es soberanismo.
- Las condiciones de vida de los trabajadores y de la mayoría de los ciudadanos nunca mejoran si se acepta renunciar a la conflictividad social para ayudar a las empresas y a la competitividad, o para restaurar el presupuesto público.
- Formulaciones de aparente sentido común como «reducción de la deuda», «sostenibilidad del sistema de seguridad social», «apoyo a las empresas», «competitividad», «lucha contra el despilfarro», «reducción de la carga fiscal» se utilizan instrumentalmente para justificar como necesarias e inevitables, a los ojos de los ciudadanos, las políticas que los han empobrecido progresivamente.
- Al carecer de voluntad, interés y capacidad para gobernarlos, los flujos migratorios generan problemas económicos y sociales que recaen principalmente sobre los ciudadanos más débiles. Presentar cualquier reacción de malestar social como egoísmo racista en nombre de un principio abstracto de acogida es una hipocresía que ni siquiera ayuda a los inmigrantes, que son ellos mismos víctimas, no responsables de los problemas sociales.
- El calentamiento global es una realidad que requiere acción, pero la estrategia que se sigue actualmente no cuestiona el modelo capitalista de acumulación, es poco realista y pretende trasladar los costes a los trabajadores y a la mayoría de los ciudadanos, que son los menos responsables.
- La mayoría de las circunstancias que afectan negativamente los derechos de las mujeres no son el resultado de una conspiración machista, sino una versión del debilitamiento de los derechos sociales para todos, mujeres y hombres.
De algunos de estos puntos se derivan otros cuatro que se refieren a cuestiones de dramática urgencia, en estos tiempos de agitación geopolítica.
- Los contrastes que cuenta la narrativa dominante son todos entre alternativas que representan ideas e intereses inaceptables contrarios a los de los trabajadores y a los de la mayoría de los ciudadanos. Entre la Unión Europea y los europeístas, Trump, los partidos de la derecha soberanista no hay un mal menor, todos son adversarios.
- La guerra en Palestina no comienza el 7 de octubre de 2023 con el ataque de Hamás, a lo que las acciones militares de Israel serían una respuesta legítima cuyas proporciones posiblemente solo puedan discutirse. La guerra ha durado décadas e Israel es el principal responsable de ella.
- La guerra en Ucrania no fue un acto de agresión decidido fríamente por un dictador contra un país democrático, sino la consecuencia de una situación geopolítica fomentada deliberadamente por la OTAN y los EE.UU. desde la disolución de la Unión Soviética.
- Rusia no tiene intención de atacar militarmente a Europa; El proyecto de rearme decidido por la Unión Europea es una iniciativa insensata de una clase política desacreditada, que construye las condiciones para un conflicto, fortalece los mecanismos antidemocráticos de toma de decisiones y roba a los ciudadanos para enriquecer el complejo militar-industrial y los fondos financieros.
Para aquellos que se reconocen a sí mismos, estos puntos parecen triviales, pero para la mayoría de los ciudadanos no lo son. Y es por eso que quienes las comparten son una minoría. Nos guste o no, la narrativa dominante es ampliamente aceptada por los ciudadanos, también porque, en muchos casos, es la única que conocen o escuchan repetir. Y para quienes comparten esta narrativa, las posiciones de crítica radical y de clase, que no se ponen del lado de uno u otro de los protagonistas de las tertulias políticas, suenan ideológicas, incomprensibles o, en el mejor de los casos, abstractas y poco realistas. La incapacidad o falta de voluntad para entender esto, o para darle el peso adecuado, es incomprensible.
Para profundizar las diferencias y controversias dentro de los sujetos que pueblan la galaxia de la crítica de clase, pesan mucho las convicciones sobre la táctica. Sobre si y cómo posicionarse con respecto a la controversia del momento, sobre si unirse o no a una manifestación, sobre la oportunidad o no de dialogar con esto o aquello, sobre la necesidad o no, la urgencia o no, de convertirse en un símbolo en una papeleta de votación. Colocar estas preguntas como decisivas denota el deseo de poder generar un impacto inmediato. Un deseo comprensible a la luz de la dramatización de los problemas y del momento, pero alimentado más por la voluntad que por una lectura realista de la situación actual. Participar en el debate político, tal vez incluso electoral, mientras la agenda y las reglas de la confrontación están firmemente en manos opuestas, es poco realista y contraproducente.
Cualquier proyecto de una alternativa real tanto al imperialismo belicista como a la derecha racista y soberanista necesita un apoyo social visible. El primer paso indispensable en un camino dirigido a generar este apoyo social es cerrar la brecha entre lo que debería ser ampliamente conocido y lo que realmente se sabe. Si esto se entendiera y se aceptara, se crearían las condiciones para que uniéramos fuerzas en torno a este objetivo común y fundamental.
Sería extraordinario, y de extraordinario potencial, que los sujetos pertenecientes a la galaxia de la crítica de clase coincidieran en la necesidad de privilegiar el hablar junto a los ciudadanos y los trabajadores. No estamos invocando la formación de un partido único o el enésimo intento de federación, sino la voluntad de concentrar la actividad de cada sujeto en la difusión de contenidos comunes para maximizar su visibilidad. No es que las formas de agregación sean inoportunas o inútiles, ni mucho menos, pero siempre es una cuestión de realismo aconsejar no forzar ninguna mano. Podría ser la propia colaboración la que muestra la labilidad de las diferencias y las ventajas de compartir fuerzas. En este momento ya sería una gran cosa reconocer el hecho de que estamos del mismo lado en lo que respecta a los aspectos sustantivos y la voluntad de colaborar.
Por ejemplo, la firma de una declaración articulada en torno a términos como los siguientes:
- La puesta en común del análisis básico, resumido por el acuerdo con los puntos de calificación (ver listas anteriores), sin excluir a ninguno.
- La voluntad de comprometer sus recursos en iniciativas destinadas a difundir los puntos de calificación compartidos.
- La voluntad de crear un «lugar» de coordinación para evitar iniciativas que compitan y, de hecho, organizarlas con contenidos y tiempos compartidos y con una «etiqueta» común que complemente la de cada uno.
- El compromiso de no tomar ninguna iniciativa que entre en conflicto con uno o más de los puntos calificativos.
- El compromiso de respetar la posición de los demás miembros respecto a la participación en iniciativas que involucren sujetos que no hayan firmado todos los puntos calificativos, si estas iniciativas son consistentes con una o más de estas últimas.
- El compromiso de respetar las posiciones de los demás miembros respecto a los aspectos no incluidos en los puntos puntuables
A la luz de los acontecimientos actuales, la experimentación de una unión de intenciones de este tipo debería confiarse principalmente a la aplicación de iniciativas contra la carrera de armamentos, para desenmascarar la incoherencia de los supuestos, subrayar su peligro y denunciar sus implicaciones en el plano social y económico.
Los mecanismos que empujan a la clase dominante europea a jugar con el destino de todos son difíciles de desquiciar; Si existe la posibilidad de hacerlo, pasa por el crecimiento de una posición contraria amplia y visible de los ciudadanos.
Es necesario contrarrestar la propaganda más vulgar, pero también los argumentos descabellados que dicen estar en contra del rearme pero justifican el proyecto europeo en nombre de la creación de una defensa común.
La defensa común que necesitamos con urgencia es la de aquellos que están construyendo las condiciones para la guerra. En primer lugar, contra ellos, la unión haría la fuerza.