Crónica desde Moscú del II Foro Internacional Antifascista.

Logo convocatoria del Foro antifascista y Marta Martín

Marta Martín (*). Mundoobrero.es

He vuelto a Moscú seis años después, esta vez invitada al II Foro Internacional Antifascista que ha tenido lugar del 22 al 24 de abril, organizado por el Partido Comunista de la Federación Rusa, como un acto enmarcado en el 155 Aniversario del nacimiento de Lenin y en el 80 Aniversario de la Victoria del Ejército Rojo sobre el nazismo.

No vengo como turista ni como observadora. Vengo en nombre del Partido Comunista de España, en representación de un hilo rojo que no se ha roto, aunque muchos lo hayan intentado cortar. Y lo que he encontrado aquí, en este abril de 2025, no es solo una ciudad decorada para la conmemoración, es un pueblo entero que aún recuerda.

Estamos en guerra. Una guerra que se niega a decir su nombre, pero que lleva tres años en curso: Una guerra entre la OTAN y Rusia, librada en suelo ucraniano, disfrazada de ayuda humanitaria, de defensa democrática, de respuesta proporcional. Pero la verdad está a la vista para quien se atreva a mirar: es la misma guerra de siempre, con el mismo enemigo de entonces, ahora vestido de legalidad internacional y lenguaje vacío.

Y Moscú, bajo sanciones, bajo asedio económico, político y simbólico, no se ha roto. No hay miseria. No hay caos. Lo que sí se nota —y mucho— es la falta de turistas. En lugares como el mercadillo tradicional del Izmailovo, se percibe esa ausencia. Pero lo que más se percibe es una forma silenciosa de gratitud: Esa que se expresa no con palabras grandilocuentes, sino con gestos sencillos, humanos y firmes.

En cada puesto donde parábamos, al saber que veníamos de la otra parte de Europa, los rostros se iluminaban. Agradecían nuestra presencia allí. No solo por estar sino por poder contar: “Que los rusos somos buena gente y que queremos paz”.

Algo significativo y que las veces anteriores no me ocurrió fue que nos ofrecían insignias: Una cruz roja internacionalista, con la hoz y el martillo en el centro. Y no era folclore. Era la expresión discreta de una memoria viva, que aún se transmite de mano en mano, como un mensaje cifrado que solo entiende quien ha resistido alguna vez.

La mañana del 22 de abril amanecía cargada de emoción: Homenaje al Soldado Desconocido y a Lenin a 155 años de su nacimiento, en la Plaza Roja. Pero no sabía que iba a sentir la guerra tan de cerca, no en cifras, no en titulares, sino en un muchacho que apenas supera los veinticinco y avanzaba con sus propios brazos sobre una silla de ruedas. Llegó al monumento del Soldado Desconocido cuando depositábamos flores. Durante unos segundos todo el homenaje giró en torno a él: La llama, los guardias, las flores rojas. No hizo falta palabra alguna. Su mirada bastaba para entender lo que aquí se está pagando.

Pensé en su familia y en la impotencia que compartimos quienes seguimos la guerra desde la distancia. Pensé en que, podríamos haber coincidido en un mismo vagón de metro o en un café cualquiera, y ahora carga sobre sus hombros una batalla que no buscó. En sus ojos y en sus palabras  no había rencor, solo el deseo sobrio de que todo termine y de que ningún otro regrese del frente sin sus piernas.

Visitamos el Museo de la Victoria. Las salas nuevas recrean Brest, bombardeada un domingo de verano: Niños y niñas de vacaciones, familias desprevenidas, la certeza repentina de que el cielo puede romperse sin aviso. Después, la evacuación de las fábricas hacia el sur, los vagones abarrotados, la resistencia partisana. En la gran sala dedicada a la toma del Reichstag, la guía pronuncia «9 de mayo» y la atmósfera se rompe en aplausos en recuerdo de la victoria sobre el nazismo.

La tarde concluye con un concierto del Coro del Ejército. Antes, las palabras del Primer Secretario General del PCFR, el camarada Guennadi Ziugánov, quien resume la jornada en tres frases claras: “No al fascismo. No a la guerra. Viva la paz”. Cuando el coro interpreta “Coge tu abrigo y vámonos”, las imágenes en blanco y negro de soldados de la II Guerra Mundial, que regresan a casa o que despiden a sus camaradas muertos en la batalla, confieren a la melodía una gravedad irresistible. Y en ese momento es inevitable pensar en quienes están en el frente, que anhelan volver a casa, a su barrio, a su familia, a su vida antes de que un golpe alentado desde fuera convirtiera Ucrania en tablero de ajedrez.

Aquí nadie maldice al pueblo ucraniano. Los vínculos son demasiado densos: Abuelos comunes, veranos en Crimea, matrimonios mixtos… El enemigo tiene otro nombre: El imperialismo decadente que usa al fascismo para alcanzar sus objetivos.

Al día siguiente el plenario del II Foro Internacional Antifascista arranca con la presencia de 164 delegados y delegadas de 91 países diferentes. Las palabras de Ziugánov clamando contra el fascismo y abogando por la paz, resuenan de nuevo. Recuerda la lucha partisana, recuerda a Dolores, a nuestra Pasionaria y la lucha del PCE durante la Guerra Civil y la dictadura. Denuncia el revisionismo histórico que impera en Europa y la connivencia de las instituciones europeas con el imperialismo y con el fascismo y denuncia el uso interesado de Ucrania por parte de EE.UU. y de la OTAN. De nuevo deja claro que los trabajadores y trabajadoras ucranianas no son el enemigo y clama contra la persecución política de toda la oposición en Ucrania, a la vez que hay una gran muestra de solidaridad con las y los camaradas ucranianos presentes en el Foro, encabezados por su Secretario General, Petró Simonenko.

La segunda parte del Foro se desarrolla en diferentes grupos: Europa, Oriente Medio y América Latina, todos con el objetivo común de trazar un plan unitario que nos fortalezca en la lucha contra el fascismo y el neonazismo.

En el grupo de Europa dejamos claro la enorme gratitud hacia el pueblo soviético que con 27 millones de muertos lo dieron todo para librarnos de las garras del nazismo. Las intervenciones coinciden en que la única alternativa viable es la paz, así como en la denuncia de la agitación de los tambores de guerra por parte de los líderes europeos, quienes solo buscan enriquecer las arcas de las empresas armamentísticas de EE.UU., y que están dispuestos a todo, incluso a enviar al frente a las hijas e hijos de las trabajadoras y trabajadores europeos. Los representantes de las Asociaciones Antifascistas de Chequia y Eslovenia, nos recuerdan cómo siendo niños estuvieron en campos de concentración nazi y rememoran las atrocidades del nazismo: Ellos asesinaban a las mujeres y a los niños, mientras que los soldados soviéticos hicieron todo lo contrario: Nos protegieron a todos del nazismo. Después de sus testimonios cobra aún más importancia la imagen escogida para representar al Foro: El homenaje al soldado soviético de Berlín que espada en mano, está dispuesto a todo para proteger al niño alemán que sostiene en sus brazos.

Ponemos fin al Foro en el plenario al grito de ¡No Pasarán!, recordando que la lucha contra el fascismo está más viva que nunca y que solo con la unidad de todas las fuerzas de izquierda y progresistas podremos lograr la victoria y alcanzar un mundo en paz bajo unas relaciones multilaterales de respeto y solidaridad.

Hoy las palabras de Lenin resuenan más vivas que nunca: Paz, pan y tierra.

(*) Marta Martín Morán. Adjunta a la Secretaría de RR.II. del PCE

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