Editorial. Revcom.us
Cuatro días antes de que Trump ordenara el bombardeo de Irán el 21 de junio, David Petraeus, el general estadounidense al mando de las fuerzas armadas de Estados Unidos en las guerras de Irak y Afganistán, le ofreció este consejo en una entrevista con el New York Times:
El Sr. Trump, dijo, debería dar un ultimátum al ayatolá Alí Jamenei, el líder supremo de Irán, y ordenarle que acepte el desmantelamiento total de su programa nuclear o se enfrentará a “la destrucción total de su país, su régimen y su pueblo”. Si el líder supremo rechaza el ultimátum, dijo el Sr. Petraeus, “eso mejorará nuestra legitimidad y luego, a regañadientes, los haremos añicos”.
Esta amenaza de volar en pedazos a 90 millones de iraníes (o, como lo expresó un lector del New York Times, que “estrellará cráneos, arrancará extremidades y freirá los órganos internos de niños pequeños. A regañadientes”), ¿desató una ola de condena en toda la sociedad?
¡No! El New York Times la trató como un consejo legítimo sobre la sensatez de bombardear a Irán, uno de los consejos de varios ex funcionarios imperialistas. Sus comentarios tampoco lo descalificaron para aparecer en otros medios importantes: la noche siguiente, Petraeus fue invitado a compartir sus ideas con Jake Tapper de la CNN. Que un hombre que dice tales cosas no sea considerado un monstruo de sangre helada enseña mucho sobre este sistema así como sobre sus medios de comunicación “reputados”.
En el London Review of Books, el escritor Adam Shatz señala: “Las amenazas asesinas de funcionarios estadounidenses contra líderes de otros países y sus poblaciones ya no provocan conmoción, y mucho menos condena; simplemente forman parte de la ‘conversación’ sobre la manera en que Estados Unidos debería gestionar su imperio”1.
En efecto. ¿Qué clase de sistema normaliza —de hecho, acoge— los llamados a destruir a países enteros y poblaciones, a “hacer añicos” a millones?
Y no solo habla de asesinatos en masa, sino que de hecho los lleva a cabo, ¡una y otra vez y otra vez! La incineración nuclear de Hiroshima and Nagasaki en 1945. La Guerra de Corea de 1950-1953. La Guerra de Vietnam de 1961-1975.
¿Y qué del propio Petraeus? Estuvo en el mero centro de la llamada “guerra contra el terror” de Estados Unidos, al mando de las fuerzas armadas estadounidenses en las guerras de Irak (2007-2008) y Afganistán (2010-2011), y como director de la CIA (2011-2012). Esa guerra contra el terror cobró, directa e indirectamente, la vida de entre 4.5 y 4.6 millones de personas entre 2001 y 2021. En otras palabras, ¡Petraeus está hasta el cogote en la sangre de niños inocentes en Irak, Afganistán y todo el Medio Oriente!
Eso no es historia antigua, ¡está ocurriendo hoy mismo! Estados Unidos ha suministrado alrededor del 70% de las armas que Israel ha utilizado para matar a más de 58.000 palestinos y destruir casi todos los hogares en Gaza, con más de 14.000 bombas de 900 kg, 6.500 bombas de 225 kg y 3.000 misiles Hellfire.
Inclusive los “esfuerzos humanitarios” de Estados Unidos están empapados de sangre, pues su organización de ayuda humanitaria en Gaza (la llamada Fundación Humanitaria de Gaza) ha presidido el asesinato de al menos 674 personas hambrientas. ¡Muchos de los asesinados fueron “volados —o ametrallados— y “hechos añicos” mientras buscaban comida!
A la luz de todo esto, el hecho de que Petraeus pueda hablar con tanta ligereza, entusiasmo y ánimo de la “destrucción total” de 90 millones de iraníes revela cómo un sistema monstruoso produce a personas verdaderamente monstruosas.
Un sistema que ya no es apto para gobernar, un sistema al que hay que derrocar mediante una revolución lo antes posible.
Una vez más, ¿qué clase de sistema? ¡Un sistema podrido e ilegítimo!
Necesitamos y exigimos: ¡Una forma completamente nueva de vivir, un sistema fundamentalmente diferente!